Toda religión tiene su mística y en toda mística hay religiosidad. Es difícil delimitar los linderos entre ambas, porque son como dos extremos de una misma realidad. Son los efectos de una causa espiritual que buscando caminos paralelos conducen a la unidad del ser con lo Dios.
Para nosotros aún cuando comúnmente se conocen como conceptos similares, entre Religión y Mística, hay intrínsecamente estados vivenciales muy diferentes. La religión por la tradición de los hechos es una Revelación que los hombres reciben por voluntad y acción de la Divinidad.
La mística es la actitud espiritual que mediante la meditación, la percepción cognoscitiva y el servicio al prójimo, ilumina el entendimiento de los fenómenos psíquicos y físicos, permitiéndole al alma, conocer la esencia y la existencia del ser en convivencia con la presencia divina en el mundo que le rodea, sublimando su espíritu hasta obtener la unión de su ser con su Esencia Causal.
En la actitud religiosa, el humano delega a la voluntad de su Dios, la causa y los efectos de su existencia, encomendándose a sus designios y a su providencia. En la actitud mística el humano, sabedor de que la presencia de su Dios está en las causas y los efectos sus actos, busca en sus vivencias, la causalidad de la existencia, para su perfeccionamiento y realización espiritual.
La revelación es fundamento estructural tanto de la religión como de la mística. Juntamente con la “revelación el “rito” es contexto esencial para la conformación de las religiones.
El acontecer histórico modificó inevitablemente la verdad fenoménica de la “revelación” en una evocación de la misma. La revelación es en el místico (y la mística) la “percepción de la realidad de la naturaleza de lo Dios, de sus Leyes universales y de sus mandatos” para la evolución espiritual del hombre. La religión recogió esas vivencias de sus místicos y las transformó en imágenes que “simbolizarán”, las cualidades morales, éticas y espirituales del místico que, los creyentes deben emular – por fe – para convertirse en dignos amantes hijos de lo Dios.
La transformación de la vivencias del místico en las imágenes estructuradas de la religión transformó simultáneamente en la revelación en un conceptualismo simbólico de la experiencia mística, sin que fuera indispensable la “vivencia de la revelación”. Bastará creer en ella por fe y obediencia mediatizándose la sublimación del espíritu a la práctica de las virtudes morales y éticas implícitas en la vivencia de la mística.
La revelación es la vivencia sincrónica del místico con la realidad de alguna de las manifestaciones de la naturaleza de lo Dios, mientras que en el religioso no es más que una “toma de conciencia” conceptual que diacrónicamente evoca para inspirarse y fortalecerse en ella, nutriendo su espíritu en la fe de sus creencias.
Esta evocación la puede vivir sea por experiencias motivadoras o por lecturas sacras de su doctrina. La revelación es en la mística el conocimiento extra-sensorial de la realidad de los hechos y de la naturaleza universal que normalmente está oculta al entendimiento común por las limitaciones mentales de la sensorialidad del intelecto.
En la religión el contexto de la revelación se convirtió en un acontecimiento histórico interpretado por un lenguaje simbólico accesible al entendimiento de los creyentes. Le revelación es “descrita” por los místicos, mientras que sólo podrá ser “interpretada” por los religiosos.
Toda mística conduce a la religiosidad del ser, pero no toda actitud religiosa implica la vivencia de la revelación mística. Todo místico asume una forma religiosa. Todo religioso es susceptible de convertirse en místico dependiendo tan sólo de vivenciar las revelaciones. No toda percepción extra-sensorial supone el supremo contexto de una revelación. La realidad o la irrealidad de una percepción está condicionada al sentido común y al orden de la naturaleza universal.
De los Rituales
Las revelaciones descubren conocimientos de las Interrelaciones causales sincrónicas y diacrónicas (polinerancias) entre el Hombre (microcosmos) y la naturaleza universal (cosmos) de lo Dios. Esta realidad de la dualidad universal encontró la necesidad de “comunicación” del hombre con su Dios, las formas de un “ordenamiento simbólico” que, con el concurso interpretativo de las filosofías, ciencias y artes, ideara y plasmara en formas rituales un “potencial de inductancia” entre el hombre y la energía universal de Lo Dios. Las revelaciones que fueron dadas a los hombres de todas las religiones, transmitieron este intuitivo conocimiento de fenómenos insospechados párale hombre de nuestro pasado, que con la ayuda de los místicos, constituyeron en los “rituales religiosos” la plasmación de la más profunda unidad fenoménica de lo Dios con el Hombre religiosos. Así nacieron todos los ritos religiosos. En la mística el ritual es el fenómeno cognoscitivo sincrónico de la vivencia del místico con la naturaleza universal que le rodea y que consubstancial a su esencia. Los rituales permiten la administración y manejo de la potencias inductivas de la dualidad universal en bien para servicio de los hombres necesitados de la ayuda de Lo Dios.
El Septrionismo es una nueva “cosmovisión filosófico racionalista” que contiene “revelaciones y ritos y que hacen de ella una mística-religiosa.
Sus fundadores “percibieron” en revelaciones sus enseñanzas doctrinales y sus ritos. Iniciaron su divulgación como una mística filosófica vivida por ellos mismos y que fue aceptada y seguida por los creyentes de su Orden. Los creyentes han ido asumiendo esa actitud religiosa del que busca en la práctica de las enseñanzas la motivación para su superación espiritual y que encuentra en la evocación mística de las vivencias de sus fundadores el estímulo de una voluntad de exper4imentar las mismas vivencias de las realizaciones místicas. Pero no todos aspiran a la “revelación”, la mayoría anhela mitigar sus adversidades y confortarse espiritualmente en la religiosidad de sus actitudes.
El Septrionismo habiendo nacido como una mística filosófica se ha convertido en una mística-religiosa que no rechaza a las religiones existentes, porque reconoce en ellas otras formas ritualísticas de honrar a Lo Dios y porque comprende y acepta las “revelaciones auténticas de sus místicos”.
La mística-religiosa del Septrionismo permite la convivencia armoniosa y pacífica de todos los creyentes en la suprema realidad de que sólo hay dos clases de religiosidad: La de los que buscan la Luz y practican el bien; y la de los inmersos en la obscuridad que sólo practican el mal, inculcando el odio, la división y la violencia fraticida. Todos los hombres, sean cuales fueren sus razas y creencias son hijos de una sola Naturaleza Creadora, que podrá ser nombrada por infinitos denominativos que no alteran ni modifican su unidad, más si reafirman su universalidad y su grandeza.