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El don de la supervivencia

Autor: Shikry Gama (1989)

1.- La supervivencia es una gracia especial, un don concedido por Eón de Inteligencia Eterna a la naturaleza de los seres creados, para que unas especies sobrevivieran a la cacería y la depredación de otras especies.

1.1.- La supervivencia es una ley biónica[1] universal que no admite criterios filosóficos ni religiosos. Se manifiesta como una voluntad suprema de Eón (Lo Dios), gobernando y propiciando la existencia de unas vidas para servir a otras en sus distintas necesidades.

1.2.- La supervivencia, como la acción y el efecto de sobrevivir a los riesgos existenciales, es una ley que ha generado la existencia de los “instintos” que regulan la “conservación de las especies”, permitiendo que la especie superior, la humana, también haya sobrevivido a los cambios biológicos y psicológicos de su evolución.

1.3.- En la conservación de la especie humana, el instinto natural es una actividad psicosomática que impulsa la alimentación, reproducción, posesión de lo deseado, rivalidad, competencia, depredación, defensa, combate, protección de la descendencia, conservación de la vida y otras funciones de los seres vivos.

1.4.- Con los instintos Eón concedió mecanismos de defensa que propician la supervivencia a cada especie viviente. El mimetismo es una forma evasora de defensa. El efugio o evasión es la forma de defensa que dio origen a los refugios. La sumisión es una forma de defenderse de los más fuertes de la misma especie. La fuga y la acometividad son reacciones defensivas.

1.4.1.- La agresividad es una reacción disuasiva que busca evadir o apartar el peligro de ser depredado, y la agresión es un irracional acto de defensa que busca satisfacer el hambre y la sed para eliminar todo riesgo contra la vida y la salud física de cada especie.

1.5.- Con la finalidad de conservar la vida, los humanos no dudaron depredar otras especies vivientes para sobrevivir. Alimentaron su cuerpo con todo ser viviente que se moviera en su entorno. Arrasaron los frutos, tallos, hojas y raíces del reino vegetal para alimentarse asegurando la auto conservación de su especie.

1.5.1.- Para preservar la salud y combatir las enfermedades, no dudaban nunca en destruir las vidas microbianas que las ocasionaban. El humano desarrolló ciencias que con el uso de inventos, el dominio de la química, de la física, y de la electrónica, propician la vida que le es conveniente para su supervivencia y destruye aquellas formas vivas que son nocivas para su integridad física. La supervivencia ha dotado al humano de ingenio e inteligencia que día a día nos sorprenden con su magistral conocimiento.

1.6.- Sin embargo, en este conjunto de maravillosas relaciones de la supervivencia de unas y otras especies, lo que escandaliza a la humanidad es la destrucción del humano por el humano mismo. Ya no lo hace para saciar su apetito, porque dejó de ser antropófago.

1.6.1.- Tampoco lo hace por defenderse del contagio de enfermedades que pudiesen ser nocivas. No, destruye por la incompetencia de sus habilidades y capacidades productivas, por la imposibilidad de comprenderse, de tolerarse y de convivir en paz con sus congéneres.

1.6.1.1.- Los humanos aún no hemos aprendido a sobrevivir en concordancia con las leyes de la naturaleza. Y cuando nos imponemos normas radicales como el “no matarás”, nos volvemos tolerantes, hasta pusilánimes, frente a epidemias psíquicas de aquellos perturbados que obsesionados por el poder, no vacilan en privar la vida a inocentes que no tienen culpa de las tribulaciones y pasiones ajenas.

2.- La existencia ha sido siempre una constante lucha contra los adversarios, sean estos irracionales o racionales. El que no aprende a defender su integridad psicofísica y su patrimonio social y espiritual será victima de la depredación de sus congéneres.

2.1.- La inteligencia humana descubrió que la unión hace la fuerza, y comprendió que con la unión podía crear el poder y la facultad para dominar a los enemigos, mandar, gobernar o ejecutar la realización de objetivos sociales, políticos y jurídicos.

2.2.- La lucha por la supervivencia será siempre una permanente pugna entre las gentes de bien y las gentes de mal. Lo que todavía no han comprendido algunos pueblos es que sólo cumpliendo con sus deberes podrán defender sus derechos a una vida plena, liberada de toda clase de adversarios.

2.2.1.- Las gentes de bien, con el uso de la razón y la inteligencia, aprendieron a racionalizar sus instintos hasta humanizar su comportamiento y alcanzar la realización de sus metas.

2.2.2.- Las gentes de mal no han podido hacer uso de razonamientos inteligentes para resolver sus necesidades de supervivencia; por eso, por carencia de virtudes y talentos, conservan la irracionalidad instintiva del depredador, como única y lamentable forma de supervivencia.

2.2.2.1.- Viven acechando a sus semejantes para robar. Si no pueden robar sus posesiones, optarán por matar, como las fieras, sin piedad ni remordimientos, para hacerse a sus viles y depravados propósitos.

2.2.3.- La supervivencia es un don que estimula la defensa propia disintiendo y reprimiendo toda causa de riesgo vital que atente contra la seguridad y la conservación de la existencia de cada ser humano.

3.- Los humanos tenemos el deber de sobrevivir, porque es un mandato que parte por el entender que el “no matarás” implica el no dejarse matar, por que es tan igual matar a otros, que matarnos a nosotros mismos por negligencia, carencia de instinto de conservación o por pusilanimidad; salvo aquellas virtuosas ofrendas de aquellos que se sacrifican en cumplimiento de sus vocaciones o en bien de sus semejantes.

3.1.- Para entender el mandato de “no matarás” dictados por Jehová a Moisés, debemos ubicarnos en el contexto social y jurídico del judaísmo de esa época[2]. Al “no matarás” se le sumó el “si te dan en una mejilla presenta la otra”, y otras sentencias predicadas por Jesús que sustentan los criterios de la justicia cristiana.

3.1.1.- No obstante esta noble y sumisa enseñanza cristiana, los humanos de mal no modificaron los ancestrales instintos depredadores. En los creyentes de todas las religiones pervive el humano de mal que depreda y sobrevive bajo el imperio de la venganza.

3.1.2.- En el presente, los delincuentes han aprendido a manipular los sentimientos de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias, con la intención de engañar la ingenua sumisión que los creyentes tienen por sus prácticas morales y espirituales, con la finalidad de conseguir la impunidad de sus crímenes.

3.1.2.1.- Los odiones, los inspirados por el odio, que se dejan arrastrar a la criminalidad han optado, como los irracionales, por eliminar a sus opositores, sin darse el trabajo de dialogar, discutir o parlamentar los derechos y deberes de cada cual.

3.1.2.2.- Como en las épocas primitivas de las bestias, el instinto de supervivencia convirtió a los odiones en criminales que eliminan todo lo que se oponga a su libertinaje.

3.2.- Es impostergable la necesidad de revisar las razones que motivaron la sentencia del “si te dan en una mejilla presenta la otra”. En la historia de los pueblos es muy común encontrar que el pueblo más débil opta por actuar con sumisión ante el más fuerte, no por cobardía, sino por prudencia; puesto que es comprensible que los pueblos desarmados no tienen la posibilidad de ganar a los que están armados.

3.2.1.- En la época de Jesús, el pueblo judío había sido avasallado por las poderosas legiones del imperio romano. Un líder sensato no podría haber incitado a un pueblo desprovisto de armas para cobrar venganza frente a un opresor armado.

3.2.2.- La providencial sentencia de “si te dan en una mejilla, presenta la otra”, fue una salvadora enseñanza de Jesús para conjurar mayores atropellos y vejaciones para el pueblo de Israel.

3.2.3.- Todo ser humano, como todo pueblo, debe recurrir a la sumisión como un irrenunciable medio de defensa contra adversarios mayores, hasta cuando se haya unido, organizado y entrenado para defenderse, rechazando, atacando, destruyendo o subyugando a sus adversarios. Esta actitud instintiva es una ley de la supervivencia.

3.3.- Posteriormente, cuando el pueblo de Israel pudo hacerse de un territorio propio, convocó la unión de sus gentes para conformar sus fuerzas armadas de defensa nacional, restituyó la vigencia de la ley del talión y dejó de presentar la otra mejilla, porque ya habían logrado unificarse en una sola meta para defenderse de igual a igual ante sus ancestrales adversarios[3].

3.4.- La cristiandad también unificó su voluntad de liberarse del yugo musulmán iniciando las cruzadas para expulsarlos del territorio europeo, y fortalecidos en esa unión, invadieron y tomaron la ciudad de Jerusalén para proclamar y venerar la fe cristiana.

4.- Vivimos tiempos de incertidumbre existencial. Los sistemas judiciales y policiales han defraudado la confianza depositada en ellos. Los corruptos se han dejado sobornar, y los probos son insuficientes para contrarrestar la perversión criminal de las gentes de mal.

4.1.- Los delincuentes conocen los principios morales y espirituales. No creen en ellos pero fingen creer para confundir el discernimiento y sacar ventajas de las debilidades emocionales de las gentes de bien. Se acogen a los beneficios jurídicos del arrepentimiento sin intenciones de enmendar ni reparar el daño de sus delitos. Con algunas admirables excepciones, la mayoría reincide en los mismos delitos.

4.2.- En las sociedades donde predomina la moral se respeta la vida y los derechos de todas las gentes, sin distingo de clases. En las sociedades amorales no se respeta ni protege la vida ni los derechos de nadie. En las sociedades inmorales sólo se protege la vida, los derechos y la impunidad de los humanos de mal.

4.3.- En las repúblicas nuevas, los sistemas judiciales y policiales han servido más para defender la impunidad de la delincuencia y la criminalidad, antes que proteger los derechos de las gentes de bien vivir.

4.4.- Se dispone de miles de artificios jurídicos para defender a los malvados que violan los derechos humanos, pero cada día que pasa se ignora y se viola los derechos de la gente de bien. Nunca antes como en el presente se ha menospreciado tanto la integridad física y moral del humano de bien.

4.4.1.- La criminalidad, el terrorismo, la corrupción y la perturbación de los valores cívicos y morales abarca niveles de tanto riesgo para nuestra integridad, que ya no se tiene seguridad ni dentro ni fuera de las viviendas, y menos en las calles o en los lugares públicos, porque no se respeta la vida ni la privacidad del humano de bien.

4.4.2.- Los códigos de derecho, de ética y de moral se debaten en estériles discusiones. Las gentes de mal han aprendido a manipular la opinión jurídica o social, en pro de la impunidad de sus delitos porque nunca han respetado ni creído en los valores morales que mueve a los humanos de bien.

4.4.2.1.- Los humanos de mal se burlan de la ética, de la moral y del derecho de la sociedad civilizada, y actúan bajo la influencia de los instintos irracionales, depredando y asolando la vida de aquellos que han idealizado vivir los principios morales y éticos.

4.5.- ¿Cómo asegurar la supervivencia del humano frente a aquellos otros depredadores, que son riesgo y peligro tan inminente como las epidemias microbianas o virósicas que suelen destruir la salud y la vida misma?

4.5.1.- Surge entonces el dilema de qué hacer para sobrevivir en un mundo en el que el peligro de la supervivencia ya no está en el entorno de otras especies, sino en nuestra propia especie.¿Cómo enfrentarnos espiritualmente a esta eterna realidad?.

5.- La supervivencia nos presenta entonces el reto de la civistica[4] que debemos asumir para enfrentar la criminalidad con el propósito de superar a la inseguridad de nuestros tiempos.

5.1.- Hemos aprendido a sobrevivir frente al peligro de las demás especies, pero ¿cómo podremos sobrevivir frente a gentes ambiciosas y codiciosas de poder, de riquezas mal habidas, de placeres corruptos y de comodidades presuntuosas? ¿Cómo puede sobrevivir el humano de bien en una sociedad que es tolerante, cuando no protectora de la criminalidad?

5.2.- La historia nos ha legado con ejemplaridad las lecciones que debemos adoptar. Durante este siglo pasado, por cobardía o por prudencia nos hemos refugiado en la sumisión, en la esperanza de que el orden y la justicia nos protegiera, pero ellos han traicionado nuestra confianza y no debemos permitir que las gentes de mal lleven el control de nuestras vidas.

5.2.1.- Los humanos de bien debemos aunar esfuerzos para hacer causa común con el firme y decidido propósito de defender la seguridad ciudadana y la supervivencia de nuestras familias, protegiendo nuestro patrimonio y nuestros derechos universales.

5.3.- Los humanos que queremos honrar a Eón (Lo Dios), que deseamos hacer de nuestra sociedad, una sociedad con derechos civiles, con ética, con leyes, con moral, nos vemos avasallados porque la impunidad de los irracionales depredadores no deja espacios para la cultura ni la espiritualidad. Simplemente sobreviven bajo el imperio del instinto, convirtiéndose en una virosis microbiana, peores que el cáncer y el SIDA. Y entonces nos preguntamos ¿Qué hacer?.

5.3.1.- Cuando somos víctimas de una enfermedad, ¿por inspiración divina nos abandonamos dejando que el virus destruya nuestra salud y nuestra vida? Entonces, cuando nuestro cuerpo social es víctima de una epidemia que pone en riesgo la salud social, ¿Qué debemos hacer?

5.3.1.1.- Evidentemente defendernos, como lo hacemos cuando somos víctimas de cualquier epidemia que atenta contra la vida. Trascendiendo a nuestros prejuicios animistas[5] debemos defendernos de todo mal, como lo hacemos contra los virus y microbios de todas las enfermedades, porque el que carece del don de supervivencia está sentenciado a ser sometido o eliminado.

5.4.- La comunidad y el vecindario de todos los pueblos y ciudades del mundo deben organizarse legalmente en comisiones de cuadra, de manzana y de manzanones[6] para defender activamente la seguridad ciudadana, el derecho al bien y al bienestar común, combatiendo en todos los frentes que sean necesarios para erradicar todas las formas de delincuencia y criminalidad que perturben la supervivencia del buen vecino. Por las experiencias vividas, no podemos ni debemos delegar en terceros esta trascendental responsabilidad.

5.4.1.- Sólo cuando el bien común sea el deber común de todos, germinarán los principios de la seguridad comunitaria.

5.4.2.- Por el bien común de los pueblos, el buen vecino, tiene el deber de instruir y educar, de prevenir y reprimir las transgresiones del mal vecino y de las autoridades corruptas, denunciando y sancionando todo acto que atente contra los derechos universales de la ciudadanía.

6.- Ante la pandemia criminosa, debemos desarrollar antígenos morales y jurídicos capaces de darnos la inmunidad que requerimos. Debe darse inmunidad a las gentes de bien, que constituyen las células positivas de nuestro cuerpo social, antes que otorgarle impunidad a las células negativas que son portadoras de virus y microbios que atentan contra la salud social.

6.1.- La naturaleza nos enseña que en cumplimiento de la ley de supervivencia, debemos defendernos contra quienquiera que atente contra nuestras vidas; pero que esta defensa sólo será licita y vista con agrado por Eón, cuando sea en legítima defensa propia, para impedir la destrucción de nuestra propia vida.

6.1.1.- Mas, si alguien planificara, ideara, deseara, por venganza, por codicia, por ofuscación o por cualquier pretexto psicológico o espiritual destruir vida ajena, entonces, estará trasgrediendo el principio de la supervivencia y ante Eón será visto en acto delictivo y criminal punible.

6.2.- Pensemos y meditemos sobre el derecho a la supervivencia que se sustenta en el deber de la conservación de nuestra vida. Debemos ser diligentes en la defensa de la vida que la naturaleza divina nos concedió para cumplir con el sentido misional de nuestra existencia.

7.- Cada nuevo día, la supervivencia es más crítica. Ya no basta predicar normas de derecho y de justicia porque el derecho y la justicia, sólo son respetados por quienes creen en ellos, para quienes los honran y para quienes hacen de ellos una norma de su existencia; pero no significa absolutamente nada para quienes no creen en ellos y por el contrario, para quienes han hecho del derecho y de la justicia una estrategia para lograr la impunidad de sus delitos.

7.1.- Meditemos, porque nadie está libre de ser agredido en algún momento, con riesgo de perder la vida. Nadie está libre de un asalto, de un atentado criminal premeditado contra sus vidas, ni siquiera estamos libres de ser víctimas de perversos representantes de la justicia.

7.2.- Meditemos, porque ha llegando el tiempo en el que los humanos de bien debemos tomar decisiones para asegurar nuestra supervivencia, y pidamos siempre a la luz de Eón que ilumine nuestros espíritus para tener el entendimiento y el discernimiento correcto en las actitudes cruciales que debemos asumir. Que fortalezca nuestra voluntad de defender nuestras vidas, combatiendo la criminalidad imperante, sin caer en actitudes vindicativas.


[1] Biónica: No deriva de Biología y electrónica, sino que tiene su origen en una palabra griega que significa unidad viviente, precisamente porque el tema de estudio de la biónica es el funcionamiento de un organismo en conjunto, más que en sus particularidades anatómicas.
Enciclopedia de la Ciencia y de la Técnica Danae.
[2] Ver: Elucidario: “De la venganza a la justicia”, Item 2 y 2.1 El pueblo judío como el musulmán, nunca admitieron la doctrina del perdón predicada por Jesús. La insensata venganza sigue atribulando a sus pueblos.
[3] En el presente, el pueblo palestino debería adoptar la sentencia de Jesús para evitar el exterminio de su pueblo, porque no está en condiciones de cobrar venganza.
[4] La civística es la práctica de los deberes de la cívica y de mística para conjugar las necesidades cívicas con las místicas, es decir, para cumplir con los deberes cívicos y los deberes morales.
[5] Creencia en que, todas las formas vivientes tienen un alma que las anima.
[6] Conjunto de manzanas organizadas para planificar la defensa de manzanas afines, con el propósito de proteger los intereses sociales, morales, políticos, judiciales y de seguridad ciudadana del vecindario.

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