En estos tiempos, estamos viviendo de cerca la fragilidad de la vida y su temporalidad. Un hermano muy querido, que siempre se había mostrado muy saludable y enérgico, incluso a sus 84 años, enfrentó una operación. Semanas antes habíamos conversado sobre la importancia de pedir protección y asistencia espiritual antes de cualquier intervención por más insignificante que pareciera. Durante nuestros diálogos dominicales, recordamos el caso de una hermana, madre de un niño de 12 años, que falleció tras una operación que consideraba simple, sin pedir ayuda y protección espiritual, lo que reforzó aún más la enseñanza.
Nuestro hermano también solicitó protección creyendo que su operación sería sencilla. Sin embargo, al entrar al quirófano, se descubrió que la intervención debía ser mayor y esto, generó una complicación en la cirugía. El cirujano, agotado, enfrentó dificultades que resultaron en una gran pérdida de sangre, llevándolo a cuidados intensivos con pronóstico reservado.
La familia y su esposa estaban, por supuesto, desesperadas. Ella, al percibir que su amado estaba en peligro, lloraba desconsolada, preguntándose cómo había podido suceder esto, si estaba sano antes de la operación. Lo que más deseaba era que se recuperara pronto para seguir juntos. Sin embargo, a pesar de su dolor y de no querer desprenderse de él, en medio de su angustia, recordó las enseñanzas de Shikry Gama y elevó sus plegarias a la Omnipotente Trimurti y a la Omnisapiente Septimia, suplicando que se hiciera la “Voluntad del Padre”, en lugar de pedir que se sanara. Con lágrimas en los ojos, pidió al Padre que “suceda lo que más convenga y lo que Su Voluntad determine”, consciente de que, si salía vivo de la situación, podría no ser el mismo. Estaba preocupada por su bienestar y por el posible sufrimiento que podría enfrentar.
Me explicó que los conocimientos y experiencias sobre la vida espiritual le ayudan bastante para poder pedir a Eón, porque esto significaba que Su voluntad determinaría si sigue viviendo o si desencarnará. Me decía que en su entorno no conocen estas enseñanzas y siempre piden al Padre que se sanen a toda costa. Recordó que su hermana suplicaba frente al lecho de su madre “que se sane”, hasta que ella se unió y pidió que se hiciera la Voluntad del Padre. La hermana se quedó mirándola en silencio, asombrada por lo que había pedido, pero desde entonces aprendió también a no pedir que las personas se sanen a cualquier precio.
Como septriónicos, estamos convencidos de que nuestra vida continúa en los mundos espirituales. En el caso de nuestro hermano, que era tan querido, estamos seguros de que iba a tener una vida espiritual armoniosa en el mundo astral junto a los seres queridos que le precedieron en la vida. Era una esperanza que, de alguna manera, le permitía a la familia resignarse en caso de que Eón de Inteligencia Eterna lo recogiera. Para tener convicción de esto, además de las enseñanzas recibidas, permanentemente percibía señales de sus seres queridos que ya estaban en la dimensión espiritual.
En esta ocasión tuvo una percepción en el hospital, vio a su madre y hermana fallecidas, esperando con alegría en la sala de operación a que su esposo se uniera a ellos en el mundo espiritual. Esto nos hizo reflexionar sobre la dualidad de la vida: mientras la familia en la Tierra sufría, aquellos en el otro lado esperaban con esperanza y alegría.
Nuestra hermana recordó cómo las enseñanzas sobre la solicitud de asistencia cambiaron su percepción y le permitieron encontrar resignación en medio del sufrimiento. Recordó un momento en que, al ver a su madre agonizando, encendió una vela pidiendo que si era la Voluntad del Padre, fuera recogida en su seno de paz. Sorprendentemente, al apagar la vela, su madre desencarnó. Todo esto fortalecía su fe y convicción cada vez más.
Muchos de nosotros hemos vivido experiencias similares. Una vez, una persona cercana estaba en coma y su esposa no quería prolongar su sufrimiento. Me pidió que hiciera la solicitud para que pudiera transitar al otro lado, y, para nuestra sorpresa, el espíritu abandonó su cuerpo de inmediato. En otro caso, unos padres, conscientes de la asistencia espiritual, pidieron que su hija de 19 años, gravemente herida en un accidente, fuera llevada si era la Voluntad del Padre, para que no sufriera. Así fue; aunque su pérdida les causó un inmenso dolor, su hija no sufrió más. Reiteradamente, la madre nos expresa que, de no haber recibido las enseñanzas, se habría sumido aún más en el dolor y se habría rebelado contra Dios y el mundo por permitir que esto sucediera.
Muchas veces hemos sido testigos de que, cuando alguien le reclamaba a Shikry Gama “¿por qué a mí me sucede esto?”, él respondía: “¿y por qué no a ti? ¿Qué nos hace diferentes a los demás, pretendiendo que las leyes universales de Dios no funcionen con nosotros?”
El problema de pedir a Dios que salve a nuestros seres queridos es que muchas veces no aceptamos otros resultados. Cuando no se cumple nuestra petición, sentimos decepción, resentimiento, rebeldía e incluso podemos perder la fe en nuestras creencias o grupos religiosos. La idea de que no debe pasarle nada a una persona porque está “sana”, como en el caso de este hermano, tampoco la compartimos. Nadie está libre de morir. Cuántas veces hemos visto que personas que nunca tienen enfermedades, cuando les sucede algo, a veces mueren antes que aquellas que siempre están enfermas. No podemos sacar conclusiones simplificando ni generalizando las ideas, dejándonos guiar por nuestros sentimientos, porque caeríamos en una tergiversación de la realidad, deseando algo que puede no ser realista. Hay tanta diversidad que no es correcto pensar que, si somos sanos, no nos pasará nada. Nunca sabemos cómo será nuestro futuro. Por eso, Shikry Gama nos hacía tomar conciencia de nuestra temporalidad y de la fragilidad de nuestra salud. También nos explica que es nuestra emocionalidad la que nos hace más frágiles, ya que afecta nuestra salud. Nos decía que “lo único que se necesita para morir es estar vivos”.
Shikry Gama señala que “los seres humanos siempre nos resistimos a aceptar la muerte” y que es muy común que nos alteremos porque no conseguimos todo lo que queremos, incluso en las cosas más triviales. Nos hace entender que “no puede haber resignación sin una sumisión total a los designios del Padre”. Todo esto, el saber hacer las peticiones correctas, acompaña la enseñanza de aprender a “templar el sentimiento y el alma para aceptar las adversidades, como solo saben aceptar aquellos que están dispuestos a dar amor en medio de la adversidad”.