Todos somos seres imperfectos. Todos tenemos defectos y cometemos errores.
Nos caracterizamos de los demás porque algunos deseamos perfeccionarnos y nos diferenciamos de aquellos otros que se satisfacen con la imperfección.
Pero esta voluntad de perfección debe ejercitarse con respeto y tolerancia de las libertades de todos aquellos que quieren ser como quieran ser. Podemos ser intolerantes para con nosotros mismos, pero no para con los demás.