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Shikry Gama y Semana Santa – Sagrada Orden Mistica Septrionica
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Shikry Gama y Semana Santa

Hermanas y hermanos: Desde que tengo recuerdos vivo la semana santa como todos los que hemos nacido en el mundo cristiano. Desde niño meditaba sobre la tragedia de Jesús. A la edad de cinco años mi tío José Pelayo, cumpliendo las órdenes de los guías, se encargó de iniciarme en el Templo del Medio Día, un círculo espiritista que practicaba la comunicación con los desencarnados. Son muchísimas las experiencias vividas. Recuerdo una experiencia que nunca olvidaré. Tuve una vivencia en la que me vi flotando en el espacio. Inesperadamente una intensísima luz blanquiazul atrajo mi atención como una poderosa fuerza magnética que, venciendo mi resistencia, aprisionaba todo mi ser. Desapareció la luz y vi un corazón sangrante que inmediatamente se transfiguró en lo que desde entonces identificaría como la imagen viva de Jesús. Sostuvimos una corta pero profunda comunicación.

Jesús fue para mí como un hermano querido que siempre me acompañó en las vicisitudes de la vida. En ese año ingresé como alumno del tercer año de primaria del colegio San Agustín de Iquitos. Siempre llevo en el corazón el recuerdo del padre Jesús, mi profesor de gramática castellana, y del padre Calle que, aparte de ser profesor de matemáticas, era Director del Colegio. Gratísimos recuerdos que nunca olvidaré. Desde ese entonces sentía ya el llamado al servicio misional. Tuve muchos diálogos con el padre Jesús, pero finalmente concluí que no abrazaría el sacerdocio cristiano, porque sentía dentro de mí que era otra la misión que debía cumplir, y me dije “no es ético que yo ingrese a una orden religiosa y después, desde el interior comience a conspirar contra ella tratando de modificarla”. Y tanto Jesús como mis otros guías me dijeron: ¡Cumple con tu misión y sigue los mandatos de tu espíritu! 

En mi tiempo sólo los exegetas estaban autorizados a estudiar y enseñar la Biblia. La feligresía estaba prohibida de leer el libro sagrado. En aquellos tiempos creíamos en la palabra del sacerdote porque sabíamos que para entender la Biblia había que ser un especialista en los estudios de la Biblia. Sólo los hombres doctos y sabios estaban preparados para entender e interpretar la Biblia. A los demás humanos se nos advertía que no era de fácil lectura y que era necesario conocer tanto la historia del pasado como los misterios de la fe para poder interpretarla. Por ello no se nos permitía leer y, ciertamente no había absolutamente dónde conseguir una Biblia. La Biblia era conservada por cada sacerdote como un tesoro, como un secreto que no compartían con nadie. 

Pasaron los años y las décadas, y durante ese intervalo he venido observando cómo ha cambiado la mentalidad y las costumbres de las gentes. En el presente hasta los analfabetos tienen Biblia. Hoy los ignorantes se creen exégetas que tienen capacidad para interpretarla, y por supuesto todos creen que nadie sabe más de la Biblia que ellos. Cada una de las Iglesias tiene una sui géneris Biblia que discrepa de las otras. Lamentablemente cada feligresía se siente depositaría de la Biblia auténtica y repudia la Biblia de las otras feligresías, y tenebrosamente odian a quienes creen en otras Biblias. Estamos como la misma Biblia anunció en la alegoría de las confusiones de la Torre de Babel. Cada uno habla lo que se le ocurre, en el convencimiento de que él es poseedor de la verdad, sin tener consciencia de lo que dice. En estos tiempos la humanidad vive terribles confusiones y conflictos de fe. 

Cada vez que tengo que reflexionar sobre algún problema de entendimiento de los temas bíblicos recurro a Jesús para suplicarle que me ayude a entender la complejidad de los dogmas y revelaciones. Por muchos años reflexioné sobre las contradicciones bíblicas. Fue a pedido y sugerencia de él que empecé a razonar sobre algunos temas que, según él, eran de vital importancia para reforzar el entendimiento de sus creyentes. En aquellos tiempos muchos sacerdotes acudían a nuestras prédicas, interesados en conocer nuestras opiniones, y por supuesto cumpliendo el deber de servir a nuestro amado Jesús divulgamos las ideas que nos había revelado sobre la santísima trinidad, el bautismo, el celibato, el perdón, la penitencia y la comunión, sobre la unigenitura y la primogenitura, la fe, el amor, y otros temas que algún día enumeraremos.

El propósito de la celebración de Semana Santa es demostrar ese imperecedero amor que los creyentes profesan a Jesús. Cada vez que celebramos la Semana Santa revivimos no solamente la tristeza y la angustia vividas por Jesús sino que también exacerbamos un insondable sentimiento de culpabilidad. Nos han hecho creer que Jesús tuvo que sacrificar su vida para salvarnos del “pecado original” atribuido a los bíblicos Adán y Eva, y para liberarnos –a los humanos del presente- de los pecados y las seducciones del gran engañador de todos los tiempos. 

Jesús pervive eternamente en el reino del Padre. Es lamentable que la cristiandad sólo tenga una imagen incorpórea de su existencia. Los que tenemos la gracia y el privilegio de vivenciar una comunicación íntima con Jesús comprobaremos que él posee cualidades hipersensibles que le permiten sentir y vivenciar los estímulos afectivos y emocionales de toda su feligresía como si fueran experiencias propias. 

Cada Semana Santa -como un sentenciado a padecer eternamente- Jesús revive y contempla la escenificación terrena del calvario de su crucifixión. Para tener una idea de lo que experimenta imaginemos contemplar, es decir, volver a vivir alguna dolorosa experiencia de nuestro pasado. Y como si ese sufrimiento fuera poco, observa que esa humanidad a la que él quiso redimir, hoy como en el pasado, sigue inmersa en el odio, sin aprehender a amar a sus semejantes. Cuánto sadismo y masoquismo religioso. 

Jesús vino enviado por El Padre (Dios) para cumplir la misión que le había encomendado. Predicó y sistemáticamente repitió sus buenas nuevas, enseñándonos a amar al Padre que estaba en los cielos y a nuestros semejantes, como si fuéramos a nosotros mismos. Pero, hay un nefasto suceso que angustia y produce un terrible sentimiento de compunción en Jesús. 

Hoy sentimos que hemos cumplido con ese deber y que se ha logrado los propósitos que Jesús nos había encomendado. La Iglesia ha venido cambiando. El concepto de “Hombre” ha sido sustituido por la persistente prédica septriónica de “humanidad”, para corregir la malhadada discriminación de las mujeres que privaba y excluía a las mujeres del sagrado derecho de igualdad con los hombres, lo que va permitiéndonos dignificar a la mujer del presente. 

La ciencia y el razonamiento, después de dos mil años de ser rechazados, hoy con el consentimiento del Papa Juan Pablo II, se han convertido en caminos de comunicación con Lo Dios. Los creyentes viven una compleja crisis de argumentos y fundamentos que, si por un lado reconozco que el cristiano necesita conocer la autenticidad de su doctrina, también es cierto que no será suficiente el reconocimiento de los errores del pasado para resolver los conflictos religiosos de la modernidad.

Por eso esta noche, en el nombre de la Trimurti y de la Septimia, en el nombre de nuestra hermandad, suplico a Jesús que me dé su luz. Esa luz que sólo en el corazón y en la mente de él puede existir para revelarnos aquellos pensamientos, sentimientos y conocimientos que son indispensables para resolver la problemática de la cristiandad.

Jesús sabe que nuestras ideas son totalmente diferentes a las que él enseñó. Pero él también sabe que aún a pesar de esas diferencias, son coherentes con las verdades que él percibió de Dios Padre. Y por eso en esta noche te pedimos que ilumines y despejes los oscuros velos de mi entendimiento para comprender más y más aquello qué hay que hacer, para unificar la fe de todos los humanos en nombre del único Dios, al que todos amamos y servimos a pesar de que lo denominamos con distintos nombres.

Todo cuanto tiene nombre es también nombre de Eón que está presente en toda la creación. Los humanos estaremos siempre nombrando su omnipresencia en todas las cosas que vamos descubriendo. Es de insensatos creer que alguien puede ser el depositario exclusivo de la esencia de aquello que llamamos Dios. Aprehendamos a reconocer la potencia creadora de aquello que podemos describirlo con infinidad de nombres que la diversidad de su naturaleza nos muestra en todo momento.

Jesús, en el corazón de todos los septriónicos está el recuerdo y el amor que te profesan. Para los septriónicos eres el guía que nos enseñó amar a nuestros semejantes. Y eres como todos los seres creados, el hijo de Brahama. Somos hermanos tuyos en la luz y en la paz del Padre. Une tus plegarias a las nuestras para pedir a Eón, el Alá de los mahometanos y cristianos orientales, para hermanar nuestras voluntades de paz y de concordia con todos los creyentes. Que tengas luz. Que tengas paz y que prodigues esa paz a tus seguidores.

De manera especial te suplicamos que ilumines al Papa Juan Pablo II. Protege y prolonga su vida el mayor tiempo posible para que pueda establecer los cambios que sean necesarios. Ilumina a las feligresías de todas las religiones que viven, como tú sabes, un cisma profundo que las divide y que las llena de resentimientos y de conflictos entre ellas.

Haznos comprender que el prójimo no es nuestra familia, sino aquellos seres que no tienen nexos familiares con nosotros. De igual modo, el prójimo, para los miembros de cualquier secta religiosa, no es otro miembro de ella misma, sino aquellos seres que no creen en los mismos principios ni practican las mismas enseñanzas. Amar a nuestro prójimo es amar a los miembros de creencias y prácticas de vida distintas a las tuyas.

Bendice a todos los presentes, a todos los ausentes, a todos los seres de buena voluntad que en todas partes del mundo se unen en sentimiento y en pensamiento con tu esencia espiritual. 

Shikry Gama

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