Día de la madre
En este día de la Madre, es importante que reflexionemos sobre lo trascendental de la maternidad y la responsabilidad que como madres hay que asumir.
Vemos con preocupación cómo tantas jóvenes se convierten en madres sin planificarlo, como resultado de una acción involuntaria e irresponsable de quienes se dejan llevar sin más que por el impulso vehemente de la carne. Es imperioso que las juventudes tomen conciencia de la causalidad que todo acto provoca y que es imprescindible hacerse responsable de sus consecuencias.
Las enseñanzas septriónicas nos dicen que si hemos elegido consciente o inconscientemente ser algo, como en este caso, ser madre, hay que dar lo mejor que tenemos para cumplir esa misión. Pero para ser una buena madre necesitamos haber recibido educación, porque no podemos transmitir lo que no tenemos. Es por eso que hacemos la distinción entre ser progenitores y ser madres. La madre educa, la progenitora solo gesta y no cumple con su rol de madre, por lo que, lamentablemente, condiciona a los hijos al fracaso y la frustración.
En este día y en todos los días debemos tomar consciencia que ser madre implica una responsabilidad trascendental: la de “entregar al mundo seres dotados de una psiquis poderosa, armoniosa, decente y honesta” (Shikry Gama). Creemos que la naturaleza universal crea todo con un propósito, y en el caso de las mujeres, el poder gestar un ser en sus entrañas implica la gran responsabilidad de “educarlo, dándole fuerza espiritual, riqueza mental, y fortaleza psíquica para poder brindar al mundo seres positivos, seres grandes y buenos”(S.G.). Es importante que hablemos de estos temas desde muy niñas para que no crean que todo en la vida es un juego y hay que ser responsables con lo que nos toca afrontar.
Exhortamos a todas las madres que eduquen enseñando que “los derechos son hijos de los deberes” (S.G.) como un principio rector de nuestra conducta, ya que sin el cumplimiento de este principio toda la vida se desordena. Los que hemos estudiado el septrionismo sabemos que sin conciencia de este principio ni siquiera se puede desarrollar el amor. También es necesario enseñarles a que discriminen lo bueno de lo malo y sepan que lo negativo que se ve en todas partes no se debe imitar. Además, no deberían estar expuestos a tan temprana edad a todo el libertinaje que existe en los bailes, las imágenes y videos o en el círculo familiar y social.
¿Cómo hacer que los jóvenes con hijos piensen en esto? Las niñas deben conocer la diferencia entre ser una simple hembra que satisfaga sus instintos embarazándose y una mujer que se prepara para “formar psicología y espiritualmente a un ser digno de Dios, digno de la grandeza del espíritu humano y digno de la paz que aspira vivir” (S.G., 133), porque según el septrionismo, la dignidad no es innato, tiene que ser educada, precisamente por las madres.
Que las jóvenes del mundo puedan tomar conciencia de esta trascendental realidad antes de convertirse en madres.
Hna. Nathalie