Siempre admirábamos del Hermano Claudio que todo lo que predicaba se podía corroborar en las correspondencias de las leyes de la naturaleza y en la contemplación de la excelsitud de su creación revelada en todo lo que es y existe para que -de esta manera- comprendamos mejor la causalidad que gobierna nuestra vida en esta perpetua y eterna rueda de nuestras existencias.
Y para esta ocasión, me permito corresponder la elucidación del “El Buen Aprendiz” con un párrafo de una carta que me envío el Hermano Claudio, para el hoy de este tiempo presente, aunque fue pretérito. En la citada elucidación, en el ítem 2, nos dice que “un buen aprendiz es aquel que observa y contempla la naturaleza como un libro abierto, en él puede leer y percibir todo cuanto la naturaleza contiene y expresa, anticipándose a la palabra o a la enseñanza”.
A continuación les comparto un extracto de la correspondencia recibida de aquella época del ya arcaico correo tradicional, en donde le comentaba de mi experiencia sobre su sugerencia de ir a observar y de vislumbrar los amaneceres.
Su respuesta tan elucidora como nos tenía acostumbrados, fue la siguiente: “la salida del sol será siempre uno de los sucesos cósmicos más trascendentales de nuestro planeta. Lo Dios encierra en sí mismo toda la maravilla de la Creación.
Cuando observamos el reino vegetal descubrimos al jardinero y agricultor más ingente.
Cuando observamos al reino animal quedamos deslumbrados por la escultura tan diversificada de las formas vivientes con que puebla nuestro planeta.
Cuando observamos las aguas nos sentimos tan insignificantes frente a esas profundidades ignotas de la vida.
Cuando observamos los territorios tan diferentes sentimos la inquieta curiosidad de conocer todo cuanto sucedió sobre sus suelos…
Y cuando observamos los cielos, especialmente en los amaneceres y en los atardeceres, quedamos admirados y embelesados con los matices de sus maravillosas paisajes y, si afinamos nuestros oídos como para escuchar las pulsaciones de todo cuánto vive, no nos queda más que postrarnos en veneración de toda la grandeza que encierra la aparente sencillez y simplicidad de su esplendor.
Cuando asistimos por una primera vez a una exposición de pintura, no cabe duda que quedamos impresionados, pero esta experiencia es pobrísima frente a la que experimentan los aficionados al arte porque sólo cuando la persistencia nos vuelve expertos, nuestras almas pueden valorar en su debida dimensión el arte del pintor.
Ya presenciaste un amanecer y lograste observar algunos aspectos que te maravillaron; algún día descubrirás por qué los místicos han visto y simbolizado en el Sol a Lo Dios del firmamento”.
Q: hermanos y hermanas en el espíritu septriónico, ¡Feliz aniversario institucional!
Malunma, Alejandro Moretti