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¿Hay que legitimar los pensamientos para tener control sobre ellos?

Escuché una conversación en la radio holandesa sobre el problema de la pederastia en el mundo. Hablaban sobre un experimento en la que la ONG Terre des Hommes, en su labor dedicada a la defensa de los derechos de los niños en todo el mundo, desarrolló una animación virtual en 3D para detectar a pederastas, llamada la niña Sweetie.

En el informe, se dialogó sobre la creación de juegos sexuales virtuales para pederastas, y si esto podría tener un efecto positivo en la disminución de este tipo de delitos. Algunos pensaban que podría disminuir la necesidad de los pederastas de buscar niños reales, mientras que otros estaban rotundamente en contra. Alguien dijo que la pornografía en internet (para adultos) ha demostrado que esto no contribuye en disminuir las violaciones en general.

Como argumento para justificar la necesidad de juegos virtuales escuché decir a un sexólogo: “cuanto más se legitimen los pensamientos, más control se adquiere sobre ellos” , explicando que no estaba a favor hacer los juegos, pero sí de investigar sobre su uso, porque explicaba que al admitirlos, ellos podían ayudarlos mejor que cuando no se admiten éstas inclinaciones.
Es decir, si alguien tiene sentimientos obscenos con niños, según ellos, podría ser mejor admitir estos “pensamientos” -legitimarlos- e incluso a través de juegos pornográficos con niños virtuales dar rienda suelta a estos sentimientos y pensamientos.

¿Qué dice el Septrionismo sobre esto?
En primer lugar no concebimos que aquí se trate de “pensamientos”, porque la facultad de pensar implica “discurrir el entendimiento sobre la causalidad de la existencia para adquirir el autocontrol sobre los instintos y lograr la sublimación de su naturaleza”. (Shikry Gama, El alma y el cuerpo, 1978) Para nosotros se trata de deseos, de sentimientos de naturaleza instintiva, irracional.

Shikry Gama dice:
[…]las depravaciones y aberraciones sexuales desdicen de los méritos y valores humanos que todo hombre y mujer deben ejemplarizar con sus vidas. […] La búsqueda de satisfacer el placer sexual sin amar a la pareja, o sin importar con quién se goza del placer es de por sí una “aberración” sexual que suele conducir a la “depravación lujuriosa”, es decir, al acto genital en que, despojada del amor, sólo se busca lo placentero y vicioso.” (Carta sobre la sexualidad)

Si un adulto desea sexualmente a un niño, definitivamente se trata de una depravación lujuriosa, y como escuché al sexólogo, los que lo ejecutan físicamente tienen tendencias psicopáticas. Para nosotros, desde el punto de vista espiritual lo concebimos como una posesión de una entidad negativa que incita a la lujuria, que no solamente induce a pensar en esto, sino que éste trata de dominar al espíritu, seduciendo a las personas también durante sus sueños.

¿Es verdad que debemos liberar los deseos, haciéndolos efectivos, aunque sea con un juego virtual, para poder controlarlos? Una cosa es admitir que los tenemos, pero no hacer nada con ellos, y otra cosa es admitirlos en el sentido de permitir que se desarrollen en nosotros sin censura. Si estamos preocupados por nuestra evolución espiritual, definitivamente debemos darnos cuenta que admitir estos deseos, es entregarse a la negatividad. Nunca lograremos tomar el control sobre ellos, si hacemos esto. Es bueno conocer lo que se tiene adentro pero si los obedecemos, nos sometemos a los deseos negativos, les damos más poder sobre nosotros.

En una investigación científica sobre la repugnancia habían descubierto que, si las personas investigadas veían una película pornográfica -es decir, si se excitaban sexualmente por ver esas películas- cualquier tipo de repugnancia que tenían a algo, como por ejemplo comer de algo sucio, ésta se disminuía. Para mí, esta investigación evidencia también que si queremos aprender a tener autocontrol sobre tendencias viciosas, la estimulación sexual disminuirá nuestra censura.

En el Septrionismo concebimos el don de la controlaridad, que es parte de la Egocausublimación, el camino de evolución espiritual que plantea el Septrionismo.

El don de la controlaridad es el don de tener la voluntad y la capacidad de gobernar nuestros instintos, emociones y reacciones, vigilando, controlando, reprimiendo, deteniendo, seleccionando, dirigiendo y asegurándonos que la acción deseada ha sido correctamente realizada. (Shikry Gama, El don de la controlaridad, 1989)

Shikry Gama nos explica que si queremos y buscamos la evolución espiritual, debemos tener la motivación para desear dignificar nuestra personalidad. Para eso se necesita desarrollar la voluntad para cultivar las disciplinas y cualidades éticas y morales que dignifican nuestro ser.

Nos expone en su libro Hábitos positivos, única vía redentora de la humanidad (Shikry Gama 1972) cómo funcionan los hábitos, porque todo es hábito en el ser humano, incluso las aberraciones sexuales son hábitos. La única forma de contrarrestar estos hábitos negativos es desarrollando hábitos positivos. Y si no nos entrenamos sistemáticamente para fortalecer nuestra voluntad y practicar actitudes admirables, y en lugar de esto se facilita cada vez más a este tipo de personas el acceso a instrumentos que le permitan satisfacer sus deseos insanos, nunca desarrollarán su voluntad para sojuzgar sus negatividades. Más bien se debería desarrollar un programa virtual que favorezca el fortalecimiento de la voluntad para poder liberarse de estos deseos.

Solo en la medida en que sepamos establecer este principio y tengamos la fuerza de voluntad para cumplir con lo que nos proponemos, para decirle no a cada tentación que nos induce a querer repetir aquello que no debemos hacer, lograremos cambiar. Pero la parte negativa del subconsciente, las fuerzas interiores y las suprapotencias tenebrosas que nos inducen a la incidencia de los vicios buscan por todos los medios que incumplamos con nuestra voluntad [de cambio]. Hay que mantenerse con la ayuda de Eón (Lo Dios), con ayuda de nuestras súplicas, aprehendiendo a descubrir que no somos nada sin la ayuda del Padre, aprehendiendo a comprender que no debemos confiarnos de nuestra conciencia porque nuestra conciencia es siempre cómplice de lo negativo. (Shikry Gama, La motivación de cambio, 1994)

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