El coronavirus y las medidas de confinamiento muchas veces exponen las dinámicas familiares. Hay personas que además de esta dinámica familiar, tienen otras enfermedades preexistentes que necesitan ser atendidas y que en muchos casos son incompatibles con la realidad que el confinamiento produce.
Justo unas semanas antes de la pandemia del coronavirus le detectaron un cáncer de mama a Ría. Ella vivía en un apartamentito muy pequeño con sus dos hijos. La hija recién terminaba la secundaria y empezaba su primer trabajo y su hijo, a pesar de haber tenido varios trabajos antes, por primera vez lo estaba tomando en serio y estaba haciendo esfuerzos para ser más responsable ya que había tenido episodios de mucha rebeldía en los que era intratable al punto que no lograba permanecer en la escuela ni en ningún trabajo.En la casa estaba acostumbrado a no ayudar en nada pese a las incansables peticiones de la madre; pensaba más en sí mismo que en los demás. La esperanza de Ría era que poco a poco conforme iba madurando iba a ser más responsable.
Llegó el coronavirus junto con la primera quimioterapia. Fue un infierno de temores, de malestares. Se enfermó de otro virus, en fin, parecía que todo iba de mal en peor.
El hijo no tenía ganas de disminuir sus salidas, pese a que su madre enferma le pedía que no saliera porque ella no podría resistir en esas condiciones una gripe de coronavirus.
Luego de insistentes diálogos por parte de la abuela y la tía, aceptó renunciar al mejor trabajo que había tenido -según sus palabras- por estar demasiado expuesto al virus.
Finalmente, la familia logró hacerle entender que tenía que salir de la casa por el bien de su madre. Podía dormir en la casa de un amigo y otras amistades. Pero al poco tiempo estalló, porque no se sentía bien en casa de otros donde tenía que cumplir las reglas que en la casa no estaba acostumbrado a cumplir.
Todo esto nos hace recordar la enseñanza de la oruga que estaba saliendo de su cascarón para convertirse en mariposa. Al ver que éste estaba sufriendo mucho para salir, la persona que observaba el proceso sentía tanto el sufrimiento de la mariposa que le ayudó a salir rompiendo el cascarón. Y como consecuencia de esta “ayuda”, la mariposa salió tan débil que no pudo volar.
Podemos compararlo con la madre y su hijo. Ella sentía dolor al ver que su hijo sufría, pero por su necesidad de paz para recuperar su salud tuvo que protegerse del hijo rebelde, y aceptar que aprendiera por su propia cuenta.
La adversidad es lo único que en esta situación le va a permitir a este joven madurar, sufriendo las consecuencias de su forma de ser en un entorno ajeno a su propia casa. Es lo mejor que le puede pasar para crecer. Solo las adversidades fortalecen nuestra personalidad y nuestra voluntad.
“Lo que la inteligencia no enseña, los golpes de la vida lo harán.” Lo que no se aprende por inteligencia, las adversidades nos lo enseñarán. (Shikry Gama)