Cuando reflexionamos sobre el día de la independencia del Perú, no podemos olvidar lo que Shikry Gama dijo sobre la libertad.
“El ser humano sólo podrá ser libre cuando ejerza con plenitud los impulsos de sus deseos, de sus determinaciones y de sus acciones, sin más limitaciones que los auténticos deberes y derechos consagrados por los plebiscitos aprobados por la voluntad de los pueblos con madurez cívica y moral. Porque sólo asumiendo libremente estas determinaciones, los humanos podrán hacerse responsables ante Eón y ante la sociedad de todo lo que se afirma y se hace. Asumiendo la culpabilidad, cuando comete errores o gozando de los privilegios de la gracia de Eón, cuando acierte en sus acciones para elegir el camino de vida que él crea conveniente hacer.”
A esto le agregamos algunas enseñanzas cívicas que complementan esta idea básica: La América nuestra es, desde Ayacucho, independiente por la voluntad de sus pueblos, pero los americanos de ayer, de hoy y de siempre no seremos libres hasta que aprendamos a liberarnos de las pasiones, de las ambiciones de poder, de los resentimientos y de los odios fraternales.
Debemos aprender a liberarnos del ave de rapiña que llevamos dentro, de las zorrunas falsías de nuestras promesas. Debemos liberarnos de la pereza, de la inconstancia, del incumplimiento, de la calumnia, del arribismo y del oportunismo. Debemos liberarnos del subdesarrollo y de la xenofobia, en el nombre de los libertadores.
Quizá Bolívar -si viviera- confesaría hoy conmigo el campo de batalla de la independencia de América fue Ayacucho, pero el campo de batalla donde conquistaremos nuestra libertad está en las lóbregas profundidades de nuestras conciencias, y en ella las únicas armas son las virtudes espirituales que aquel General de la cruz (Jesús) empezó a legárnoslo cuando naciera en un mes simbólico de independencia, libertad y amor.
En mi condición de esposa de un ciudadano peruano y de servidora de la Sagrada Orden Mística nacida en Perú, hago mías estas enseñanzas y me comprometo para ayudar a tomar conciencia de estos principios indispensables para la verdadera libertad de los pueblos y del ser humano en sí mismo.